La violencia nuevamente venció al fútbol en Chile. En una semana de contrastes, el balompié nacional pasó de la celebración tras la victoria de la U ante Estudiantes de La Plata a la tragedia, cuando dos fanáticos, uno menor de edad, perdieron la vida en medio de incidentes en el estadio Monumental. Los desmanes surgieron tras un enfrentamiento con Carabineros, lo que llevó a la Conmebol a postergar el duelo entre Colo Colo y Fortaleza, mientras el club brasileño reclama los puntos del partido.
La Delegación Presidencial de la Región Metropolitana ha arremetido contra Colo Colo, señalando incumplimientos normativos en la organización del evento. A raíz de estos hechos, se suspendió el Superclásico programado para el domingo, generando nuevamente un debate sobre la necesidad de la presencia de Carabineros en los estadios.
Juan Tagle, presidente de Universidad Católica, se ha manifestado en favor de la reintegración de Carabineros en los recintos deportivos, argumentando que los clubes no cuentan con las herramientas necesarias para hacer frente a bandas de delincuentes. Similar es la postura de otros presidentes de clubes, quienes están dispuestos a invertir en seguridad para garantizar la tranquilidad durante los partidos.
Sin embargo, voces como la del general en retiro Jorge Tobar advierten sobre el desvío que supone requerir Carabineros para eventos privados, insistiendo en que la seguridad pública debe ser una responsabilidad estatal. Se destaca que reintegrar fuerzas policiales podría sacrificar la seguridad pública general, afectando a la comunidad en su conjunto.
Los clubes han asumido la culpa en medio de la tragedia alarmante, pero el camino hacia una solución sostenible parece estar lleno de obstáculos. La violencia no sólo ha manchado el deporte, sino que ha dejado un legado de incertidumbre sobre el futuro del fútbol en el país.