En la madrugada del 22 de febrero, un extraño incidente sacudió la calma de Arica cuando un conductor, evidentemente ebrio, colisionó con un vehículo estacionado frente a la Tercera Comisaría de Carabineros. La sorpresa fue mayúscula al descubrirse que el automóvil afectado pertenecía a un funcionario de la misma unidad policial.
Según el medio El Desconcierto, el conductor dio positivo en el alcotest con un nivel alarmante de 1,88 gramos de alcohol por litro de sangre. Todo apuntaba a un procedimiento estándar, pero el funcionario se vio envuelto en un giro inesperado. En lugar de proceder de forma formal, le propuso al infractor un acuerdo irregular: recibir su automóvil a cambio de no informar el incidente.
Ambos personajes, en una jugada digna de una película de bajo presupuesto, acudieron a una notaría para formalizar la transacción por un monto de un millón de pesos. La Sección de Asuntos Internos de Carabineros no tardó en tomar cartas en el asunto, iniciando una investigación que reveló que el carabinero había incurrido en el delito de cohecho.
Los problemas del funcionario no terminaron allí, ya que el 14 de abril las autoridades allanarían su domicilio y su espacio en la comisaría. Durante el registro, se descubrieron elementos sorprendentes: desde un paquete de petardos y fuegos artificiales hasta una impresionante colección de municiones, incluyendo cartuchos de guerra y una granada.
Finalmente, el 15 de abril, el Juzgado de Garantía de Arica formalizó al carabinero por varios delitos, entre ellos cohecho y posesión de municiones. El juez Juan Araya Contreras decidió que debía permanecer bajo custodia en la Tercera Comisaría, considerándolo un riesgo para la seguridad pública, con un plazo de investigación fijado en 90 días.
