El pasado 23 de marzo, Bolivia conmemoró el Día del Mar con un enfoque renovado en su reivindicación marítima. El presidente Luis Arce anunció la disolución de la Dirección Estratégica de Reivindicación Marítima (Diremar), evidenciando un cambio en la estrategia de La Paz respecto a Chile, país con el que no mantiene relaciones diplomáticas desde hace 47 años.
La controversia por el acceso soberano de Bolivia al océano Pacífico ha sido un tema recurrente en la política de ambos países. Desde que en 2018 la Corte Internacional de Justicia desestimó la obligación de Chile de negociar, las estrategias han evolucionado. Arce destacó que la disolución de Diremar era un paso lógico, dado que los propósitos de la entidad ya habían concluido.
Arce planteó seis desafíos para fortalecer el vínculo bilateral: impulsar un diálogo sobre la condición de Bolivia como país sin litoral, maximizar el uso del oleoducto Sica Sica-Arica, habilitar el puerto de Iquique para el comercio boliviano, y mejorar el tránsito hacia el Pacífico, entre otros. En sus palabras, se busca dejar “atrás las heridas del pasado” y construir “una nueva etapa” con Chile.
A lo largo de los años, se han visto avances en acuerdos en áreas diversas como el comercio, la cooperación en turismo y la lucha contra el crimen organizado, lo que podría vislumbrar un enfoque más pragmático de parte del gobierno de Arce, en comparación con su predecesor, Evo Morales.
A pesar de la aparente distensión, persisten desafíos. La desconfianza en la relación bilateral es histórica y el restablecimiento de relaciones diplomáticas aún se percibe como una cuestión delicada, con opiniones divididas entre los sectores políticos de ambos países.
El futuro de la relación entre Bolivia y Chile dependerá de las próximas administraciones y de su disposición a abordar temas de interés común. Con elecciones presidenciales inminentes en ambos países, el camino hacia una reconciliación diplomática sigue lleno de incertidumbres.
